viernes, 15 de junio de 2012

Capítulo 3



                                            CAPITULO 3
   Pasaron varios días y la situación se mantenía estable sin otra reacción de aquel singular paciente, al que la Doctora Brosky bautizó: Denis.
   Todos los días se seguía con la observación, el registro y la atención del cuerpo del delfín-hombre. Ahora en estado de coma parcial, púes respiraba por sí mismo. En los cambios de turnos se llegaban a encontrar con el Comandante Branco que seguía paso a paso la evolución del experimento. La Doctora Brosky se preguntaba cada día, que posibilidades tendría este ser, de seguir alimentándolo por la sonda nasogástrica, de movilizarlo e higienizarlo.¿Cuánto tiempo le daría si no existieran cambios?
    Ella conversaba a diario con su ayudante y el Comandante Branco sobre las posibilidades de desarrollo de un estado lúcido de conciencia del ser, no de reacción precisamente, pero sí de una especie de estado conciente. Ahora el electroencefalograma mostraba una actividad atenuada de su cerebro. Un estado parecido a una persona que duerme y que no esta en la fase REM.
   La Doctora esgrimía sus argumentos:
  – Comandante Branco, lo sucedido con el delfín no estaba previsto. No sabemos nada de reacciones como la que hemos visto. Este híbrido da muestras de que puede seguir un proceso desconocido por nadie, hasta el momento… Sinceramente necesito ayuda de alguien con conocimientos sobre cetáceos, neurología y reacciones que pueda imaginar que pueda suceder… Me sería de gran ayuda.
   El Comandante Branco mostró sus dudas:
   – Y si hacemos venir a alguien de afuera no clasificado para estas instalaciones, me puede costar el puesto. ¿Y sí cuando llega?,y ya está muerto su espécimen.
   Alberto de carácter tímido, pero resulto a echar una mano, dio su opinión:
   – Al menos podrá decir que hizo todo lo que estuvo en sus manos.
   La Doctora acotó:
   – Aparte ya escucho decir al General Nelson: “Tiene mi apoyo y pida lo que fuere necesario”.
   El Comandante Branco exclamó con resignación:
   –  Luisaaa…
    Ella sabía que siempre se imponía.
    Y aunque al principio  no tenían quién sería el candidato idóneo, decidieron localizar a un experto en delfines y rehabilitación. Tras un rastreo por Internet, se seleccionó a un Fisioterapeuta especializado en recuperaciones neurológicas, que trabajaba en convivencia con delfines. Había escrito un libro sobre las capacidades del sonar de los delfines como productora de ondas acústicas que mejoran y masajean interiormente a los pacientes que están en contacto con los delfines. También sobre del funcionamiento paralelo de las trasmisiones neuronales entre una especie y otra.
  Su nombre era Esteban Blanco. Era uno de esos extravagantes conocedores de la ciencia, que sin ser medico fundamentaba muy bien su trabajo, y la prueba era el alto número de pacientes que lo seguían como última esperanza para rehabilitar a niños y mayores con grave secuela cerebral. Desarrollaba sus labores en un delfinario de la península, pero su fama era conocida en toda Europa.
   El encargado de contactar con él, fue delegado en Alberto, que viajó inmediatamente a ofrecerle una oferta generosa para rehabilitar a un paciente de tratamiento individual en la base sin dar muchos detalles.
Alberto ahora vestía un traje negro, camisa blanca y corbata azul que contrastaba con la informalidad con que le recibió el Fisioterapeuta Esteban, que vestía camisa hawaiana, pantalón vaquero y zapatillas deportivas. Su cabellos también reflejaban la disparidad; el primero, un corte clásico con raya, y el otro con el cabello atado con coleta.
    A la propuesta, esté aceptó diciendo:
   – No está mal la pasta, supongo que me vendría bien para unos proyectos que tengo pensado, aparte hace más de dos años que me debo unas vacaciones y cambiar un poco serán como unas vacaciones para mí.
   Luego de un día para arreglar unos detalles, partieron en un vuelo hacia la isla.
   Ya en la isla, se subieron a un helicóptero que los esperaba, en el mismo aeropuerto.
  EL helicóptero levantó el polvo de la pista de la base al aterrizar. los dos pasajeros bajaron para encontrarse con el Comandante Branco que los recibió, estrechándole la mano a Esteban mientras le decía gritando debido al zumbido del rotor del aparato y el viento que levantaba:
    – ¡Soy el Comandante de esta base de investigación!¡ Me alegra que halla podido venir!
   Mientras caminaban alejándose de la pista, le decía:
    –  Le presentaré a la Doctora Luisa Brosky ,directora del proyecto, que le dirá el motivo por el cual lo necesitamos. ¡Sígame por favor!
    Entraron dentro del edificio principal y doblaron a la derecha por un pasillo que los llevó a una cafetería interna. En una mesa, sentada estaba la Doctora Luisa con gafas sin montura y que vestía una suave bata celeste.
    El Comandante Branco lo presentó y se retiró para que charlasen a solas.
    Esteban tomó la palabra:
   – Por favor, Doctora Luisa, ¿puedo tutearla?
   – Sí, como no.
   – Bueno. Le diré que estoy ansioso de saber en qué les puedo ser útil.
   Ella servicialmente le dijo:
–  ¿Le apetece beber algo?
    – No. Ahora prefiero escuchar, después invito yo – Pese a su interés laboral, Esteban, no perdía el hecho que la Doctora era atractiva.
   – Lo primero. Todo lo que vea o escuche deberá reservárselo para usted. Los trabajos y pruebas que desarrollamos son de carácter confidencial para nuestro gobierno ¿Entendido?
 Finalizada la frase, ella clavó sus ojos azules esperando la respuesta de su interlocutor.
   – Vale. No tengo objeción.
   – Segundo, deberá usar esta identificación dentro del complejo.
   Y colocó sobre la mesa un carnet con la foto y datos de Esteban.
    Mientras él cogía y se colocaba el carnet, ella proseguía:
   – Bueno, le diré concretamente para qué requerimos su colaboración. Tenemos a un paciente al que hay que rehabilitar. Su nombre es Denis. Ha tenido una neurocirugía con una técnica nueva, y esta en un estado de coma dos.
   –  ¿Cuánto tiempo ha transcurrido desde la operación?
  Esteban evaluaba los datos más seriamente. La Doctora media sus palabras.
  – Hace unos diez días.
  –  ¿Cuál fue la enfermedad que tenía?
  Esa era la pregunta que se temía la Doctora que le hiciera. Y dado que no tenía justificativo, le señaló el fin último de su proyecto.
                                
  – No se trata de enfermedad, sino del transplante de cerebro.
  –  ¡¿Qué …?!–  La respuesta dejó descolocado a Esteban.
  La Doctora siguió con la explicación:
    –  Sí...Y Denis es el delfín sobre el cual se realizó con éxito el primer transplante del mundo de cerebro.
    Esteban se tapó la cara con ambas manos y las bajo hasta que tomaron actitud de plegaria. Su semblante pasó de ser sorprendido al horror, porque tenía a los delfines por amigos, lo que le hizo ponerse serio y hablar:
   – Doctora, una cosa es que me interese vuestro dinero, y otra que yo acepte trabajar en lo que me comenta. Experimentar con delfines es un sacrilegio. Pues los conozco, y sé que son más humanos que los propios humanos.
   Y se levantó de la mesa para retirarse; pero la mano de Luisa le sujeto, mientras esta decía:
   – Considere que ha de ayudar a un delfín, que de otro modo fallecería...O por lo menos acompáñeme a verlo, tal vez un simple consejo nos sería de vital ayuda.
   Ante la súplica de la dama, Esteban se calmó un poco y decidió acompañarla. La Doctora Brosky lo guiaba por los interminables pasillos hasta llegar a una puerta señalada como “Unidad de Cuidados  Intensivos”.
    Ambos entraron a una antesala de desinfección en donde se pusieron sendas batas blancas y guantes esterilizados para luego entrar en la habitación. Allí ya se encontraba Alberto cambiado de vestidos ,de relevo, como enfermero.
 Entraron Luisa y Esteban al área de cuidados, junto a la cama de Denis. Y al verlo el recién llegado tuvo otra sorpresa más. Miró por todos lados y solo había un hombre calvo a su vista en la cama. Y la Doctora dijo:
    –  Este es Denis.
    A Esteban le entró un ataque de risa, que no pudo más que romper a reír:

    – Están todos locos...Ja,ja,ja...Todavía no saben qué es un hombre y qué es un delfín...Ja,Ja,Ja...Lo siento Doctora pero atrapó un pez equivocado...Ja,Ja,Ja.
Esteban no podía parar de reír, se tuvo que secar las lágrimas que le brotaban de sus ojos. La Doctora se fastidió y soltó el resto que le quedaba por decir:
   –  ¡Silencio! Ese cuerpo que ve; tiene ahora un cerebro de delfín.
   Esteban calló en seco, y en su cara se reflejó la perplejidad que le salía de adentro con la palabra:
   – ¡¿Qué...?!
    La sorpresa con la que era castigado Esteban a cada momento, sería muy incomodo de estar en su piel. Ver a un hombre musculoso y fuerte, del que te dicen que tiene un cerebro de delfín... ¡Y encima no se vean rastros de cicatriz!
                                 
Parecía que era un montaje para tomarle el pelo, como lo hacen los de la TV cómica, pero sería tomarse muchas molestias.
   Comprendiéndolo, la Doctora trataría de explicarle los pormenores de su experimento:
 – El cuerpo usted que ve, nos lo donó él mismo estando en vida. Para que se use en experimentación...Como no podíamos probar la nueva técnica de transplante con un cerebro humano, se estudió la compatibilidad con el cerebro de delfín...Fue una tarea difícil y más difícil tomar una decisión.
   La nariz de Denis no era muy prominente, y sí puntiaguda, los ojos los tenía suavemente cerrados. Estaba con los electrodos en su frente y en el pecho.
Esteban se acercó al borde de la cama del paciente y lo miraba con descrédito a lo que le decía. Y aunque estaba escuchando y viendo un lugar de experimentación, donde todo podría ser posible y ante este cuerpo que tenía adelante, no podía hacerse a la idea. Y preguntó medio incrédulo pero con seriedad:
    – ¿Y no pensaron en las diferencias morfológicas?, ¿y qué tal en las implicaciones morales?
    – Legalmente esta permitido – se defendía la Doctora – Y las implicaciones de poder transplantar cerebros será la de salvar muchas vidas, que hoy mismo están condenadas...Piense en los casos de muerte cerebral con un cuerpo útil. Podrían albergar a otras personas condenadas. Tal el caso de un tetrapléjico o alguien con cáncer terminal o también es un avance para patologías de menor alcance. Por ejemplo la reparación de fibras nerviosas... ¿No le basta?
    – No estoy de acuerdo en que solo sean beneficios, pero dejemos eso de lado y dígame qué pasa con el delfín.
– Tardamos mucho tiempo en estudiar su red nerviosa y los equivalentes musculares. Un ordenador descodificó cada zona corporal análoga. Y al parecer hemos tenido mayor éxito del esperado.
    Esteban la miró profundamente diciéndole:
    – No es lo que pregunté. Quiero decir, si no pensó que este delfín tal vez no quería ser su juguete...Pero déjelo así; y sígame explicando … Quiere decir que cotejó por ordenador que los nervios que van a la aleta están en correspondencia a los del brazo de este sujeto.
    Luisa tenía los brazos cruzados al pecho, mientras seguía explicando:
    – Sí. Todo es más sencillo si se considera que el desarrollo embrionario de ambas especies es similar.
    – De hecho, imagino, que no esperaban que aún se mantuviera con vida.
    Ante esta aseveración la Doctora calló de inmediato.
    Esteban medito un momento y se resolvió.
    – Me quedaré. No por ustedes, ni por el dinero, lo haré por el delfín que ustedes han atrapado en este cuerpo.
   La Doctora aflojó sus brazos y se dispuso a pensar hacia delante.
   –  ¿Qué podemos hacer por Denis?
   –  ¿Lo han movilizado?
    –  Cada dos horas se lo cambia de postura y le movemos los miembros.
    Esteban dijo con seguridad:
    – Muy bien, ahora probaremos en su medio, el agua.
    Enseguida la Doctora llamó por teléfono a otra sección para que preparasen una piscina de hidromasaje y se encargaran de preparar el traslado de Denis. Mientras tanto, Luisa llevó a Esteban a ver el alojamiento que tenía asignado dentro de la base. Allí llevaron su equipaje, donde tenía varias cosas que el pensaba le podían ser de utilidad. Sacó de uno de sus bolsos, unos CD y un reproductor portátil.
   Más tarde, Alberto y otros ayudantes se encargaban de trasladar al paciente a la habitación de hidromasaje. La camilla llevaba adosados monitores móviles que reflejaban los cambios metabólicos del paciente.
   Lo colocaron al lado de un tanque de Hubber ,una pequeña bañera metálica, que al lado tenían una grúa para montarlo con ella al paciente dentro del tanque.  
   Esteban apareció con un enterizo naranja. La Doctora Brosky se ubicó de observadora, con una planilla para anotar datos que comentaba con su ayudante.

   El Fisioterapeuta daba las instrucciones a los ayudantes:
   – Muy bien muchachos, alcen al paciente con cuidado, despacio. Con cuidado.
   La grúa elevó la camilla y la ubicó sobre la piscina. Esteban dirigía con sus manos diciendo:
   – Bien, bájenlo despacio.
   La grúa bajaba en horizontal el cuerpo de Denis en una camilla cuchara, que se introducía lentamente en las burbujeantes aguas de la piscina de hidromasaje. Solo quedó la cabeza de Denis sin sumergir, que fue sostenida por Esteban. Se encontraba aún con los electrodos de goma sujetos por su frente para seguir registrando cualquier cambio fisiológico que se pudiera producir.
         Esteban, sosteniendo el cuerpo del delfín-hombre, comenzó a mecerlo dentro de la piscina. Y le hablaba de está manera:

–  ¡Vamos Amigo!, Ya estas en tu casa. ¡Esto te hará bien!, ¡Seguro que es lo que mas te gusta del mundo! ¡Vamos Amigo, que ya estás en el agua!
   Alberto, el enfermero, comentaba a la Doctora:
   –  ¿Cómo sabe que el oído de Denis funciona o que le podrá escuchar?
   – No lo sabe, pero si no lo intenta, ¿cómo lo sabrá?
   Al mismo tiempo, Esteban interrumpía para pedir:
   – Por favor, enciendan el reproductor que he traído.
   A lo que la Doctora Brosky fue solicita. Apretó la tecla play, y sonidos inconfundibles de delfines invadieron el ambiente.
  Esteban seguía con sus monólogos estimulando a Denis para que reaccionara.
  –  ¡Escucha Amigo, son tus hermanos que quieren que vivas!
  Al hablarle lo mecía en la piscina y el agua, que fluía a borbollones le pegaba a lo largo de todo el cuerpo de Denis. Esteban, al costado de la bañera, manejaba con pericia al paciente al paciente con una mano bajo él, demostrando su profesionalidad como Fisioterapeuta. Luego, con la mano izquierda comenzó a salpicar la cara de Denis y de vez en cuando, le acariciaba todo el rostro para estimularlo, mientras seguía hablándole.
   De repente se producían cambios en un monitor incrustado en la pared, que reflejaban las funciones que recogían los electrodos de la cabeza.
  Alberto dio la voz de alarma:
   –  ¡Algo esta pasando... el paciente registra cambios!
   La Doctora Brosky anotó los valores y luego pasó la planilla a Alberto para que continuara con los registros. Y se acercó más de cerca a la bañera, aguantando la respiración.
   Esteban seguía concentrado, hablándole, meciendo y frotando el cuerpo de Denis sin distraerse con lo que pasaba a su alrededor.
   –  ¡Vamos Delfín! ¡Despierta! ¡Siente el agua! ¿No es bueno sentirte flotar, nadar o vivir en ella? ¡Vamos Amigo, abre los ojos ahora! – y en ese momento le mojo la cara con un manotón de agua. Sus párpados se contrajeron con fuerza; y luego, lentamente Denis los abrió.

  –  ¡Muy bien Amigo! ¡Así, así! ...¡Yujuuu...!
  Gritaba de alegría Esteban y los demás que estaban en la sala, aplaudieron de la emoción ante este despertar milagroso que estaban presenciando. La Doctora Brosky no podía disimular su satisfacción. No hacía más que sonreír a más no poder y apretaba sus manos estremecida.
   Los ojos de Denis pestañaban y se movían de un lado a otro. Trataba de aclarar la visión, aunque todavía no lo conseguía, pues veía todo borroso, sin nitidez. Solo luces que se mezclan.
    Esteban dándose cuenta de aquel esfuerzo por aclarar la vista de Denis, le alentaba con optimismo:
   – ¡Tranquilo Amigo, todo está bien! ¡Ya pronto podrás ver! ¡Vamos tranquilo, tranquilo, tranquilo...!– mientras le frotaba el pecho para transmitirle ánimo y cariño. Un lenguaje que va más allá de las palabras, que tal vez el delfín si entendiese.
   Durante varias horas más, Esteban continuó junto a Denis en la piscina de hidromasaje. La Doctora Luisa Brosky recuperó su compostura y tomó los datos de las siguientes horas con una pulcritud científica.
   Denis, el delfín-hombre, miraba en silencio el techo de aquella habitación. Tal vez se preguntaba por qué no estaba el cielo con el que siempre convivió. ¿Qué sería aquella pared-cielo?, ¿qué me pasa?, ¿qué me hacen?
    De vez en cuando se le cruzaba la cara de Esteban por su foco de visión. Y aunque no comprendía que pasaba, sentía que le quería ayudar. Lo cierto es que él se sentía extraño, pero sabía que nadie lo atacaría.
    Esteban no se cansó de hablarle y acariciarle por más de dos horas hasta que la situación fue estable. Entonces ordenó:
    – Por hoy es suficiente. Encárguense de subirlo ha su habitación que mañana proseguiremos a la 8:00 horas.
    Así, Alberto se hizo cargo del traslado de Denis devuelta a la Sala de Cuidados Intensivos.
   Horas más tarde, Esteban se reencontraba con la Doctora Brosky en la cafetería del complejo, ya siendo de noche. Él llevaba un polo deportivo marrón en combinado con un pantalón negro. Ella traía puesto un traje azul, muy formal. Con sus gafas y su cabello rubio recogido. Ella era la anfitriona y tomó la palabra:
   –  ¡Impresionante vuestra manera de actuar esta tarde!
   Lo decía al tiempo que le señalaba para que tomase asiento frente a ella.
   –  Por favor Doctora, este es un milagro que nadie esperaba. Sea sincera.
   – Tienes razón, pero de no actuar como lo hizo, tal vez nunca hubiera sucedido.
   Ella mantenía la satisfacción en su cara; pero Esteban tenía cierto sabor amargo.
  – Luisa, permítame que la tutee, pero ya que me he involucrado en vuestro proyecto, le diré que Denis, va ha sufrir mucho cuando se de cuenta de lo que le hemos hecho.
   – Tú no has hecho nada. Lo he hecho yo y mi equipo de colaboradores.
  –  Lo sé. Pero me refiero, como miembro de la especie humana. De ahí mi responsabilidad. Imagina que el día de mañana despiertas en otro cuerpo y más aún, en el de otra especie. ¿Cómo te sentirías?
   La Doctora Brosky se acomodó las gafas, preparándose a dar una buena respuesta lógica de su proceder. Era su muletilla:
  –  No sé, trato de no pensar en los animales de laboratorio. Me concentro en los beneficios que mi trabajo puede dar a la humanidad. El sacrificio de un animal por el bien de todos.
  Esteban cruzó sus piernas y se tiró con los codos sobre la mesa:
  – Luisa, tú eres un animal. Tal vez seas más sofisticada, pero animal al fin y al cabo.
  La Doctora sabía a qué se refería Esteban, pero ella uso otro argumento para seguir con su planteamiento:
  – De acuerdo, pero nosotros somos los únicos animales que desvelamos los misterios del saber. Pensamos y razonamos como ningún otra especie; y usamos las posibilidades del conocimiento científico para mejorar la vida de la humanidad.
   Luisa se estaba acalorando.
   Él continuaba:
   – El caso es que las cosas no os ha salido como pensabais, Doctora. Y hablando de tener humanidad se ha olvidado que: ¡Este ser piensa y siente!...Deberíais haber leído a Leo Szilard, físico y biólogo que escribió: “Que si el hombre aprendiera a hablar con los delfines. Que estos intelectuales del mar obtendrían todos los premios Novel de física, química, medicina …”
 Y la Doctora Luisa completó:
   – “… y además el premio Novel de la Paz”. También leí ese libro.
   Y Esteban sorprendido inclinó su cabeza hacia un costado, como preguntando: ¿Y entonces?
   Ella prosiguió:
   – ...Es que también tengo simpatía y respeto por estos animales, pero estoy lejos de creer que sus pensamientos sean tan lógicos como el hombre. De ser así, ¿por qué no sacan provecho de ella?, ¿por qué no construyen algo?; o aún más, ¿por qué no aprovechan el hecho de que ciertos investigadores tratan de aprender su idioma?
   Así concluía su parecer, al que Esteban respondía con simpleza:
   – Tal vez su inteligencia la empleen para ser libres y felices. ¿Qué es más importante en la vida?..Pero os puedo asegurar, yo que he trabajado con ellos, que sí entienden... Y he visto a uno de ellos rescatar a alguien que se ahogaba, sin que nadie le enseñara.
    – He leído historias de ese tipo. Pero también se de perros y caballos que lo han hecho. Y no quiero parecer que les quito merito a estos hechos, pero necesitamos pruebas mas evidentes de su pensamiento lógico… Aquí, con Denis, tenemos la oportunidad de estudio. Haré todo lo que esté en mis manos para que este lo mejor posible, y tú eres fundamental. Se registrará todo el procedimiento y se publicarán los resultados y si hay evidencia de esta lógica que tú defiendes quedará plasmado.
   Esteban no muy convencido, replicó:
   – Lo mejor que podríais hacer, es retransplantarle su cerebro a su cuerpo original… ¿Habéis conservado el cuerpo del delfín?
   La Doctora Luisa abrió más sus ojos azules y se tiro atrás en su asiento, luego dijo:
   – Lo siento, esa es información clasificada.
   Con ello la Doctora decía que era mejor cambiar de tema, y proseguía:
   –  ¿Puedo preguntarte algo?
   – Adelante – decía Esteban que gesticulaba mostrando sus palmas.
   – De que se trataba esa grabación que has puesto cuando reanimabas a Denis.
   – Esa grabación fue tomada en mar abierto, cuando una manada de delfines trataba de mantener a flote a un congénere que se había enredado en unas redes pesqueras y se estaba ahogando.
   –  ¡Que interesante!– dijo Luisa, al tiempo que un mozo interrumpía la charla de ambos, pues venía a servir la cena.
   La velada prosiguió unas horas más. Ambos se contaron un poco de sus vidas.
    Esteban le relató sobre su padre, que fue pescador de mar; y del barco pesquero con el que navegaron juntos cuando él era solo un adolescente. Allí conoció a los delfines y las historias que sobre ellos le contaron los marineros. Sabía que ellos, muchas veces se acercan a las lanchas si no se sienten perseguidos y que juegan con las olas que produce la estela. Oyó que los marineros contaban historias de ser rescatados por ellos cuando se caía alguien al mar. Y que lo vivió en carne propia, cuando su padre fue golpeado por un aparejo en la nuca y cayó al mar durante la faena de pesca. Durante más de quince minutos nadie se dio cuenta. Cuando regresaron al lugar, dos cetáceos lo mantenían a flote y así pudieron rescatarlo con vida. Más por ello su padre quedó tetrapléjico. Y esto marcó el porqué él estudió fisioterapia, el mantener la esperanza de poder volver a la normalidad a su padre. Cosa que no pudo hacer, pues murió a los pocos días que él se titulara.
   Luisa escuchó absorta la historia y comprendió un poco más la forma de opinar de Esteban. Luego ella resumió su historia de vida sin intención de darse importancia. En su caso, ella provenía de una familia de médicos. Su madre, médica psicóloga y su padre, médico neurocirujano. En su casa solo se hablaba de este caso o del otro, discusiones con terminología médica hasta en la comida.
   Recordaba como su padre podía decir en medio de estar comiendo una chuleta, que tuvo que remover un coágulo con el aspirador de la masa encefálica.
   Ella era la menor y tenía dos hermanos varones. Cuando niña, vivió en casa hasta los 6 años, luego fue internada en un colegio privado de señoritas, mientras que sus hermanos seguían viviendo con sus padres. Esto generó en ella un deseo de superación y competencia, porque le parecía injusto dicha situación. Así que estudió y estudió, tanto que a los veintidós años se recibía de médica, a los veinticinco neuróloga, y por el interés que le producía la actividad eléctrica del cerebro, siguió con la ingeniería en física y electrónica, rama que finalizó a los veintiocho años.
   Esteban se impresionó aunque ella no lo quisiera, pues se dio cuenta del genio que tenía delante suyo, y por primera vez le causaba miedo, porque se dio cuenta que le atraía como mujer. Haciendo un paréntesis, recordó el tema por el que fue convocado. Y no estando de acuerdo con lo que le hicieron a aquella pobre criatura del mar, recobró su compostura y habló de Denis:
   – Luisa, mañana necesitaré que me proveyerais de todos los informes del paciente. También un aparato de electroestimulación para realizarle pruebas de conducción nerviosa. Y necesito saber con que contamos para rehabilitación. ¿Tienen piscina?, ¿ gimnasio? O equipamientos.
   La Doctora Luisa se acomodó en su asiento y le contestó:
   – Mañana tendrás lo que me has pedido. Y no os preocupéis por lo demás que estas instalaciones cuentan con todo ello, y lo que no hubiere se pedirá. Lo que cuenta ahora es tratar de ayudar a Denis en lo posible.
   Y sin detenerse más en consideraciones, Esteban concluyó:
   – Pues, entonces mejor que nos retiremos a descansar para empezar temprano.
    A las 8:00 AM Esteban se dirigió a la unidad de terapia para ver a Denis. Allí encontró a una enfermera de guardia, Marión, que le indicó que el paciente fue trasladado a la a sala de hidromasaje por orden de la Doctora; Esteban se encaminó hacía allí.
   Antes de proceder a entrar en el recinto de la piscina se colocó su enterizo naranja, y calzó unas finas botas antideslizantes. Luego, abrió la puerta del recinto y se sorprendió al ver como la Doctora Luisa sostenía al borde del tanque de Hubber a Denis, tal como el lo había hecho el día anterior. Ella tenía puesto un bañador celeste que la trasformaba totalmente del aspecto con que la había conocido. Denis flotaba entre las aguas burbujeantes y miraba fijamente al techo.
   Esteban frunció el ceño al ver que ella se percataba de su presencia.
   Ella se explicó:
   – Toda la noche ha pasado con los ojos abiertos, y pensé que esto le haría bien y lo relajaría…  Alberto me ayudo a introducirlo en el tanque.
   Esteban tomó una actitud tranquila, y le dio una explicación:
   – Los delfines no duermen completamente, porque si dejaran de nadar se ahogarían. Suelen dormir periodos muy pequeños y con la capacidad de dejar un hemisferio cerebral despierto Es por eso por lo que no cierra los ojos. Pero ahora dejadme a mí, que es mi trabajo.
   Luisa dejó que Esteban se hiciera cargo, y se disculpó:
   – Espero no haberte molestado.
   – No. Usted es la Doctora Y tiene que supervisar y fijarse en que es lo mejor para él.
   Luisa se colocó atrás, contra la pared de azulejos blanco a mirarlos silenciosamente. Mientras,   Esteban comenzó a hablar a Denis, al mismo tiempo que lo balanceaba suavemente en el agua:
   – ¿Qué tal Amigo?, es extraño este cielo para ti, seguramente… Tú que estas acostumbrado a ver el cielo azul, al sol y la combinación de mil colores, ahora sólo ves un triste fluorescente. Tú que has visto la luna de mil maneras, y al firmamento con mil estrellas, que seguramente te servían para navegar como un marinero, he aquí sólo viendo el insípido blanco de los azulejos. Y no digamos nada del Mar, esa inmensa extensión de agua azul, de vida y de oscuridad. Ahora te tenemos metido en un cubil. Pero no te preocupes, yo soy tu amigo, para sacarte adelante en este nuevo ropaje que te han dado… Y cuando lo domines un poco, seguro es que te llevo al Mar. Quiero que quieras dominarlo. ¡Quiero que te esfuerces! Y volverás al Mar … ¿entiendes?, ¡Al Mar!
   Luisa escucho la arenga con los brazos cruzados, pues su responsabilidad pesaba en la nueva situación del delfín, y por dentro pensaba:
   (¡Y dijo que no se había molestado!, pero debería saber que en la ciencia vale: “El mal de pocos, por el bien de la humanidad”. Más también es cierto lo que ha dicho sobre el delfín, tal vez los resultados del experimento resulten esclarecedor sobre los cetáceos.)
  Esteban giró su cabeza hacia Luisa y la vio parada cual una estatua de la Diosa Venus en bañador celeste, y le dijo:
  – Esta muy guapa con ese bañador Doctora, pero, no le parece que es mejor un traje de agua como el mío. Lo digo por la asepsia posquirúrgica.
  – No es necesario, pues la técnica que empleamos no deja ni la más mínima herida o cicatriz que sea vía de entrada.
  –  ¡Mejor así!, ¿no es cierto Amigo?
   Y le acaricio la frente a Denis, que pestañeó.
   – Así podré trabajar mas cómodo, y sintiendo el agua mejor, pues a mi también me gusta, tanto como a éste chico. ¡Ah!, ¿Cuánto tiempo lleva en el agua Denis?
   La Doctora Brosky consulto en un reloj de pared el tiempo transcurrido y contestó:
   – Cuarenta y dos minutos hace que entró al agua.
   – Pues entonces, media hora más y lo sacamos. Luego tú me llevas a conocer bien el complejo. ¿Vale?
  – ¡Vale!
   Más tarde, ya cambiados, recorrían caminando el complejo. Con guardapolvos blancos e identificaciones colgadas a sus solapas. Luisa guiaba:
   – Está es el ala izquierda. Aquí hay varios científicos investigando diversos proyectos. Como son clasificados y secretos, no sé en que están trabajando. De la misma manera, ellos no son informados de mis hallazgos. Sólo conozco sus nombres de cruzarnos en la cafetería y tal vez de algún comentario.
   Por el pasillo se cruzaron con un hombre de pelo cano con bata blanca y camisa con corbata azul, que saludó cortésmente.
  Luego de dar varias vueltas por los pasillos interminables, entraron a una gran piscina de natación. Esteban fisgoneó inmediatamente y preguntó:
   –  ¿Tiene salida al exterior este recinto?
   La Doctora señalo hacía un par de puertas en el extremo opuesto por donde habían entrado, al otro lado de la piscina.
  – Sí. Por el otro extremo hay unas puertas.
  Esteban caminó hacía ellas, examinando todo. Tocó el agua y verificó la temperatura. Y mientras lo hacía, preguntó a Luisa:
  –  ¿Podemos usar la piscina con exclusividad?
   La Doctora Brosky abrió sus palmas y dijo:
  –  ¡Es un hecho!
 –  Pues entonces, quiero que le agreguéis cincuenta kilos de sal a partir de mañana.
 –  ¿Traerás a Denis mañana?
 – Sí. Y hay algo más que quiero pedirte.
   Entonces, Esteban miró a los ojos de Luisa, mientras caminaba hacia ella. Ella dijo:
 – Dime.
 – Necesitaré traer a alguien que me ayudará en la mejoría de nuestro paciente.
   Ella frunció el ceño en actitud hostil, y él prosiguió:
   – Imagina como ha de sentirse Denis si recobra sus sentidos en plenitud y se ve rodeado de individuos que no son de su especie. Que lo han vapuleado y puesto en un nuevo estado...Sería conveniente que lo atendiera una enfermera de su especie.
  – Pero, ¿qué dices?– Luisa se mostró confundida.
  – Tu sabes que yo trabajo en recuperaciones neurológicas. He rehabilitado a niños con retraso psicomotriz, parálisis cerebrales, hemiplejías y otros; con un buen porcentaje de éxitos. Y esto es posible porque en mi terapia tengo una colaboradora importante. Es una delfín a la que llamo Viky. Ella es tan inteligente e intuitiva, que parecía saber exactamente lo que mis pacientes necesitaban. Y en el caso que tenemos entre manos me parece indispensable traerla.
   Luisa se frotó la barbilla y contestó el requerimiento:
  – No creo que haya inconveniente. Sólo déjame hablar con el Comandante Branco para gestionarlo y ver como la trasladamos.
  – Debo ir a buscarla yo, pues confía en mí y me acompañará.
  – Empecemos con los preparativos. Acompáñame.
   Así que retornaron encaminándose hacía la salida de la piscina, dejando atrás los azulejos.
   Ya entrando por los pasillos , Luisa le decía:
  – Tendremos un helicóptero que transportará un tanque de agua para traer a tu delfín. ¿Cuánto tiempo te llevará traerla?
  – Poco, hoy mismo a lo sumo mañana. Depende a la hora que pueda salir...volamos a la península, salgo en mi bote y llamo a Viky ;y con suerte estaremos de regreso en lo previsto.
  –  ¿Qué...?, ¿la tienes suelta?
  – Sí...Siempre trabajé con ella en mar abierto, aunque hubo una época que fue cautiva, y yo la compré.
  – Tus palabras me hacen pensar como si viviéramos en la época de la esclavitud.
   Lo decía en son de broma, pero a Esteban no le pareció un comentario feliz.
  – ¿En qué mundo vives? Si hoy mismo existe la esclavitud del hombre por el hombre. ¿Cómo crees que se trata a especies que erróneamente se consideran inferiores?
   La Doctora se disculpó:
  – Lo siento Esteban, no quería sulfurarte; pero lo conseguí.
  – Yo también lo siento, pero aprendí a querer a estos animales por muchas cosas...Tú también hablarías como yo, si en verdad los conocieras.
   Se detuvieron cerca de la habitación de Esteban y esté le dijo:
   – Voy a mi habitación. Infórmame cuando tengáis arreglada mi partida.
   Y Luisa prosiguió a ver al Comandante Branco, sabía que tendría que hablar mucho pero que al final lo convencería como siempre. Y así sucedió.
   Horas más tarde, Esteban partía en un helicóptero de birotores de gran porte Chinook, con propulsión de turbinas a buscar su delfina.